¿Sientes que no hablas con la misma fluidez y capacidad para mantener enganchada a tu audiencia en videoconferencias que cuando lo haces en persona? Es normal y tiene solución.
Hablar en directo frente a una cámara, frente a muchas personas, conocidas o desconocidas, tiene su truco. Lo más fácil es caer en la excusa de la distancia para justificar todo lo que no estás haciendo para superarla. No puedes controlar lo que pasa del otro lado de la pantalla, pero sí puedes hacerte cargo de tu parte para que su experiencia sea tan fascinante como si estuvierais cara a cara.
¿Cuáles son los mayores obstáculos con los que te encuentras y cómo se solucionan?
Probablemente son varios. Y se dan a la vez. Algunos los vives también en tus charlas presenciales, y otros se te atraviesan o se acentúan por la presencia virtual. Lo que debes saber es que todos tienen solución y si haces lo que te sugiero, los vas a resolver de manera inmediata.
Algunos tienen que ver con tu preparación, otros con tu capacidad para mantener enganchada a tu audiencia y otros con tu propia confianza.
Lo primero que quiero que pienses en por qué estáis ahí reunidos en la distancia. Qué esperan ellos de tu charla y qué quieres conseguir tú.
Si hay un punto de encuentro entre lo que tú quieres y lo que ellos esperan obtener, entonces puedes tener la seguridad de que de entrada hay interés por escucharte. Pero claro, si tú quieres venderles tus ideas, tu producto, tu curso o lo que sea y lo único que te preocupa es conseguirlo sin aportarles valor antes, entonces es fácil que en algún punto no seas capaz de mantener su interés por lo que estás contando.
Piensa en ellos primero y resuelve sus inquietudes.
Y dirás…ya, pero si no hablan ¿cómo sé que estoy realmente resolviendo esas inquietudes? Y la respuesta no tiene ningún misterio. Anticípalas y prepara tu charla alrededor de sus mayores preocupaciones. Y para hacer eso no hay excusas. Sea online o en persona, siempre tienes que pensar en las preguntas que se harán mientras te escuchen.
Para qué quieren esa información. Qué saben ya. Qué piensan, sienten o hacen que puede entrar en contradicción con lo que vas a contar. Qué es lo que no saben o han entendido mal que, si consigues que lo entiendan, puede validar tus afirmaciones.
Tu charla está siempre a su servicio. Su escucha es un regalo. No des por sentado que te lo has ganado. Gánatelo a cada paso de tu charla aportando valor y eligiendo lo más relevante para cumplir un doble objetivo: resolver sus inquietudes y lograr lo que tú deseas.
Asumamos que eso ya lo has hecho. Pero sigues sin saber…
Quiero que imagines por un segundo a esas mismas personas frente a una pantalla. Viendo videos de Tik Tok, de Youtube o de Instagram. ¿Qué ves? A personas entretenidas. Y es que asociamos pantalla a entretenimiento. Así que, sin necesidad de convertirte en un nuevo mago de la pequeña pantalla, tendrás que asumir que algo tienes que incorporar a tus charlas para acercarte a esa experiencia de entretenimiento.
Y lo mínimo que tienes que incorporar es un nivel de energía alto por tu parte. No puedes permitirte el lujo de cansarte a mitad de camino.
Y gestionar tu energía tiene menos misterio del que parece. Habla con la voz y con el cuerpo. A lo mejor te conviene ponerte de pie (pero ojo con los balanceos). O prefieres hacerlo sentado/a, pero entonces asume una posición erguida y evita las sillas con ruedas que harán que parezcas una peonza en movimiento. Utiliza las manos, gesticula con la cara, mueve la cabeza. Exprésate con todo tu instrumento, que para eso lo tienes.
Y mira a cámara todo lo que puedas. Si miras al objetivo, lo que ellos reciben es una persona que les habla directamente. Por supuesto tendrás que mirar también a las personas que tienes en pantalla para captar sus reacciones y poder reaccionar. Pero no te quedes enganchado/a ahí, sino sentirás que no les hablas a ellos en primera persona.
Hay un termómetro que nunca falla y que, por suerte, siempre llevas encima. Si tú sientes que te estás cansando y aburriendo, da por sentado que ellos también. Por eso debes estar al 100% o al 150%. Tienes que darlo todo.
Conectar con lo que cuentas y permitirte mostrarlo. No estás dando las noticias en formato aséptico. Estás tratando de conectar con personas en la distancia. Y la mejor manera de conectar es a través de las emociones.
No hace falta que saques violines para amplificarlas. Simplemente utiliza la voz y el cuerpo para demostrar tu entusiasmo, tu intriga, tu curiosidad, tu coraje o lo que sea que estés transmitiendo. Tu información no tiene ese poder. Sólo lo tienes tú.
Y ellos se van a enganchar como lapas a tu energía y a tu viaje emocional.
Pues lo tienes muy fácil. No pongas tu imagen en pantalla. Tienes opciones para no verte. Mira a cámara y fíjate en ellos de vez en cuando. Sus expresiones son feedback y munición para que sigas avanzando por el buen camino. La necesitas.
“Tendré todo eso en cuenta, pero…
Y es que tus nervios puede hacerte sentir que los has perdido antes de empezar.
Los nervios puede que sean inevitables, pero son gestionables. Utiliza el volumen para sacar energía. Tendemos a pensar que por llevar micro o por hablar desde el micro del ordenador no hace falta hablar más alto. Y el problema es que entonces la energía se cae antes de cruzar la pantalla.
Habla imaginando que tienes que llenar con tu voz todo el espacio en el que estás en ese momento. No pienses sólo en la distancia que hay entre tu boca y el micro. Abarca toda la sala. Y no se trata de gritar. Sino de proyectar tu voz para llenar el espacio.
Evita también las melodías descendentes al hablar porque te harán parecer aburrido/a y triste.
Por supuesto, hay más cosas que puedes hacer, pero por aquí puedes empezar.
¡Felices futuras videoconferencias!